Sobre este blog

En casos extremos algunas almas se pierden durante un tiempo en un estado de coma o estado vegetativo, mundo fascinante y desconocido que me gustaría poder dar a conocer aquí. A través de una historia real, llena de esperanza, y de un libro.
Algunas personas consiguen despertar del coma, otras no. Pero me consta que, independientemente del desenlace, utilizando
el "coma work" que describe el libro, al menos se las puede ir a buscar y llegar a comunicarse con ellas.

viernes, 4 de marzo de 2011

Historia 9: primera visita del psicólogo experto en coma

Algún día entre finales de abril y principios de mayo del 2010. Mirian ya recuperada de su cirugía e instalada en el nuevo centro. Su hermana aun en Ginebra, pero ya sin su marido y con una VISA cada día más cerca de su fecha de vencimiento. Y yo dedicándome a terminar el resumen traducido del libro y a esperar noticias de Jean-Claude.  

Cuando ya parecía que no iba a ocurrir nunca, JC me contactó para anunciarme que llegaría a Ginebra en breve, y que aunque estaría solo una semana sacaría tiempo para nosotros. Al mismo tiempo supe que los franceses, desde Bolivia y por vía diplomática, habían concedido una VISA con  permiso de residencia a la madre de Mirian, que estaba ya preparando su viaje y llegaría a Ginebra - vía París - en los próximos días.

Yo le propuse a JC que viniera a mi casa la primera mañana que él tuviera libre para tomar un café, charlar con calma y luego ir juntos a ver a Mirian. Y así fue.  Enseguida congeniamos. Yo le conté cosas de mí, y él me explicó algunas cosas de su trabajo, mostrándome de paso cuánto le apasiona. Aprendí que si bien el coma era un asunto que a él le interesaba y le llegaba personalmente (había tenido un caso muy cercano en su familia) en realidad detrás había mucho más que eso. Junto con su mujer y con Arny y Amy Mindell, fundaron hace algunos años una asociación internacional de practicantes de psicología orientada a procesos (IAPOP). Y desde entonces se dedican a escribir libros y a dar seminarios y cursos por todo el mundo. La misma teoría que se aplica para el trabajo con pacientes en coma, la usan para la resolución de conflictos a todos los niveles. De eso es de lo que viven realmente,  y no del coma, que es más una pasión que un trabajo. Si bien están consiguiendo que el “coma work” llegue ya a algunos hospitales, sobre todo en Inglaterra y EE.UU., y que bastante gente se esté formando con ellos como “coma worker”, aun no les resulta nada fácil conseguir ser aceptados en el mundo médico tradicional. La razón principal es que no hay suficientes datos con rigor científico, lo cual es cierto, como lo es también que ni es fácil conseguir esos datos ni los hospitales les dan facilidades para hacerlo.  

Tras las presentaciones, pasamos a centrarnos en Mirian. Me preguntó muchas cosas sobre ella y yo le conté todo lo que  había ido averiguando sobre su vida, siempre con el permiso de su hermana. También me comentó que había incluso consultado con Arnold Mindell el caso de Mirian, a través de un vídeo suyo que yo le había enviado anteriormente. De esa conversación habían surgido algunas sugerencias concretas que el pensaba poner en practica con Mirian. Luego pasamos a aclarar expectativas, y él me quiso dejar claro que no podía garantizar ningún resultado, que incluso era perjudicial el mero de hecho de esperar resultados en este tipo de trabajo. Por eso casi siempre era preferible una persona externa y sin lazos emocionales con el paciente,  a un familiar cercano, con sus historias previas y sus inevitables expectativas.  El objetivo es tan solo el establecer algún tipo de comunicación con el paciente, teniendo presente que lo que ocurra después no está en manos de nadie. Me comentó la conveniencia de que, dentro de lo posible y siempre que eso no le causara un dolor excesivo, se disminuyera la dosis de morfina que recibía Mirian para poder trabajar mejor con ella. Si bien eso no era imprescindible en la primera visita, de toma de contacto, si sería bueno conseguirlo para una segunda, que le gustaría hacer antes de irse si lograba encontrar un hueco en su ya apretada agenda.

Nos pusimos en camino hacia el hospital, donde la hermana nos estaba esperando.  Había tráfico y el viaje fue muy largo. Yo estaba bastante nerviosa, guardaba un cierto escepticismo, pero a la vez estaba ilusionada  de tener la oportunidad de presenciar algo así – por muy raro que parezca.  No sé contar con palabras lo que ocurrió. Yo empecé observando y haciendo de traductora, pero luego JC me animó a unirme a él en su trabajo con Mirian. Le hablaba en voz alta y clara, como si estuviera consciente, contándole quienes éramos y lo que estábamos haciendo allí. La animaba a seguir donde ella estaba, si eso era lo que ella quería, durante el tiempo que necesitara.  Le fue tocando las manos, los brazos, las piernas… con delicadeza y firmeza a la vez. Cada señal (ruido, cambio de ritmo respiratorio, o ligero movimiento) de Mirian él la amplificaba como respuesta, a la vez que le decía que estaba viendo perfectamente sus reacciones y la animaba a seguir. Luego me pidió a mí que le tocara la cara, en distintos lugares. Vimos como reaccionaba clarísimamente con suspiros y pequeños movimientos en su frente, como un niño dormido.  Fue todo bastante mágico. Luego de repente empezaron unos horribles ruidos –  estaban haciendo obras en el hospital – y decidimos dejarlo. JC se despidió de Mirian diciendo lo mucho que le había gustado pasar ese rato con ella, y que volvería a verla en pocos días. 

Y se dirigió a su hermana, aconsejándole que estuviera con ella, le tocara, le hablara y le pusiera música. Y que tuviera paciencia, porque necesitaba tiempo. Quedamos en volver unos días más tarde, JC le propuso el jueves de esa misma semana. Ella nos respondió que justamente el jueves llegaba su madre de Bolivia, y que no sabía bien a qué hora podrían llegar al hospital, ni siquiera si podrían llegar ese día.  Al preguntarle que si  Mirian recibía morfina y cuanta, nos respondió que no lo sabía. JC le sugirió que ella intentara pedir a los médicos que eliminaran la dosis de morfina del jueves por la mañana, solo para esa segunda sesión.

Al salir de la habitación y dirigirnos al ascensor, encontramos a una mujer con bata blanca, que parecía ser médico, y le preguntamos muy educadamente que si podrían informarnos de la dosis  exacta de morfina que estaba tomando Mirian. Antes de respondernos, con bastante mala cara, ella nos preguntó que quienes éramos nosotros. Al decirle que éramos amigos de la familia y ver que su hermana asentía, nos  dijo que estaba ocupada en ese momento pero que iba a mirarlo y nos respondería en un rato. Nos tuvo esperando en el pasillo bastante tiempo, para decirnos - sin ninguna gana - que tomaba 5mg cada 4 horas. Sin más, se lo agradecimos y nos fuimos.

Yo estaba deseando hablar con JC a solas y saber su opinión respecto a Mirian. Le invité a comer en Ginebra, donde él tenia otra cita poco después. Durante la charla y ante mis preguntas, el me pidió que antes de seguir yo le definiera a en una palabra como me había parecido a mí que se sentía Mirian. Y yo dije: “triste”. El asintió. Me dijo que él veía sobre todo a una mujer triste, que quizá necesitaba estarlo en paz. Su sensación era que ella no estaba  para nada lejos de la consciencia, y que había que seguir trabajando así con ella, con paciencia, yendo a su terreno, sin interpretaciones y sin esperar nada a cambio.

Antes de despedirnos  y quedar para el jueves siguiente,  me dijo una frase que me gustó porque me hizo pensar:   “A las personas se las conoce bien cuando se las observa desenvolverse en 3 sitios: la cárcel, el hospital y el Ritz.”  A mí aun me faltan dos, pero él me confirmo que había estado en los tres, y varias veces. En la cárcel, obviamente, como psicólogo profesional trabajando con los presos.

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