

La media hora de trayecto en coche fue movidita. Primero, llegaron las lágrimas. Luego, las palabras: “mamá, eso que me ha dicho me ha hecho mucho daño, me batía muy deprisa el corazón, era como si me hubiera dado un puñetazo”. A continuación, la venganza: “ya le perdoné que me dijera eso otra vez, pero ya no pienso perdonarle nunca más” “ah! y no pienso ir a su cumpleaños”.
Y para terminar el verdadero dolor “es que yo echo mucho de menos a mi otra familia” – “y no sé donde están y porqué yo no puedo estar con ellos”. Yo, con el volante en la mano y muchas ganas de llegar a casa, tuve que improvisar. Les pedí que me insultaran ellos a mí tanto como quisieran - lo cual les encantó puesto que en circunstancias normales lo tienen prohibido. ¿Y a que niño no le fascina lo prohibido? Cuando terminaron de insultarme yo les dije, tranquilamente: “te equivocas, eso no es verdad, y por eso no me duele nada que me lo digas”. “Deberías pensar más bien en que es lo que te pasa a ti para querer hacerme daño sin ninguna razón”. “Eres tú el que haces algo malo al decirme eso, no yo. Pero te perdono porque me da pena que te ocurra y me gustaría ayudarte”.
Creo que no se lo esperaban. Luego les intenté explicar que ellos nunca iban a poder controlar lo que otras personas iban a hacerles o decirles. Pero que en cambio sí tenían todo el poder de controlar la manera en la que ellos lo interpretaban y lo sentían. No sé si lograron entender algo tan abstracto, pero lo cierto es que se quedaron bastante tranquilos. Claro que quizá esa tranquilidad fue tan solo el gustazo de poder insultar a su madre con toda libertad, aunque fuera por una sola vez!

Aun ignoro el auténtico efecto de todo esto. Pero al menos sí pude ver cómo, al llegar a casa, salieron tranquilamente a jugar e hicieron sus deberes. Hasta mi hijo me dijo al acostarse que a ese niño del cole “le va a dar una última oportunidad y le va a perdonar otra vez”. Y es hasta posible que yo, cuando vuelva verle, tenga que agradecerle a ese niño lo que le ha dicho. Porque en el fondo, nos ha ofrecido a todos una estupenda y única oportunidad de aprender, que al fin y al cabo es de lo que se trata.
Lo realmente preocupante es que esto haya ocurrido en un colegio europeo de educación primaria. Colegio que además es bastante atípico y que ha sido elegido precisamente por eso: pequeño, familiar, con grupos reducidos, educación creativa, atención personalizada, respeto por las diferencias y atención a la calidad de la educación humana y no solo a la académica. Pues bien, en un colegio así, ocurren estas cosas entre niños de esa edad. Y el patio del colegio, que yo recuerdo como un lugar de alegría y diversión, resulta que también puede llegar a ser una jungla amenazante.


Yo hoy me pregunto por qué. ¿Existe realmente la crueldad innata del género humano? ¿Podemos los padres y educadores hacer algo al respecto? ¿Y si es que sí, cómo y cuando? ¿Ocurre lo mismo en los colegios japones? ¿Y enÁfrica? Yo aun no he logrado encontrar las respuestas, pero sí sigo creyendo, o quizá tan solo queriendo creer, que el ser humano no nace cruel, sino que se hace.
Es justo y necesario que nos preocupemos por el planeta, por la economía, por el hambre, por el clima, por las guerras, por el progreso, por la tecnología, por las catástrofes naturales... Pero puede que, en el fondo, hasta que no logremos cambiar las consciencias individuales, no lograremos cambiar la humanidad.
Querida Inma,
ResponderEliminarSigo leyendo con interés tu blog y su tema principal, el coma, pero no me resisto a comentar esta entrada aparte. Primero, decirte que me ha encantado tu reacción y cómo lo cuentas, la metáfora madre leona, la idea de decirles que te insulten, tus palabras de después... Olé. Es muy difícil consolar a un niño al que han insultado por algo que no puede cambiar, mejor dicho, cuando emplean como insulto una característica ajena a la personalidad, por ejemplo. Y es a la vez tan común... Cualquier niño distinto va a sufrir alguna vez a lo largo de su infancia un abuso verbal de ese tipo, sea porque es gordito, tiene gafas o en nuestro caso, porque come cosas distintas y por tanto es raro (celiaco), o no le gusta el fútbol y saca buenas notas y es un friki. Yo, al contrario que tú, y no veas en esto pesimismo en absoluto, sí creo que la crueldad es innata. Aunque no me gusta llamarlo así, pues la crueldad creo que tiene mayor intencionalidad y más conciencia que una reacción de este tipo. El insulto es un mecanismo de ataque de lo más efectivo. Cuando un niño se ve amenazado por alguien (bien porque ha perdido, bien porque necesita reafirmarse) no tiene más que apelar a esa circunstancia que su rival no puede cambiar para dejarlo k.o. y casi siempre además lo consigue... Excepto que los niños a los que sus madres, como tú, como yo, enseñan a darle la vuelta a la tortilla ("sí, soy adoptado, ¿y qué?, "sí, soy friki, ya verás como molo más al final", sí, llevo gafas,¿pasa algo malo?") y a su vez, hacer del insulto un arma nueva, descolocar a ese "enemigo" potencial.
Yo sabes que tengo dos hijos, niño y niña, y son tan distintos. Con los dos me ha funcionado esta técnica, la pequeña la domina, el mayor no tanto, y ambos lidian con sus compañeros de patio como pueden y saben, porque querida Inma, esto pasa allí, aquí y en Marte, pero es simplemente una enseñanza vital más, un entrenamiento de cara al futuro. Los seres humanos somos grupales, tendemos a favorecer a nuestro círculo e insultar de manera más o menos sutil al resto, toda la vida. A ser posible de manera irracional, que suele ser como más duele.
La buena noticia es que ese mismo niño que insulta a tu hijo y al mío también -y estoy segura de esto- le tenderá la mano y defenderá si a su vez otro niño de otro colegio o de otro grupo le insulta o agrede, como nosotros echamos pestes de nuestra familia y trabajo y luego la defendemos a capa y espada.
Sigo leyendo tu experiencia con Mirian, me encanta.
Un beso,
Almu
Gracias Almu, por tu "irresisitible" comentario y por esos elogios no del todo merecidos. Te aseguro que lo que cuento fue una improvisación total!
ResponderEliminarSobre lo innato de la "crueldad" , o como quieras llamarle, no estamos de acuerdo. Quizá si es un mecanismo de defensa, pero entonces ha sido adquirido ante la necesidad de defenderse. Si estamos de acuerdo en lo de la pertenencia al grupo y en su defensa a capa y espada. De nuevo, amenaza y necesidad de defensa van unidas. El día que dejemos de amenazar, o de sentirnos amenazados, no necesitaremos defendernos. Llegará ese día? No lo se, pero yo al menos intento que mis hijos así lo comprendan...
Gracias por seguirme. Un beso.