Apagué la tele y
me senté a su lado, pidiéndole que me contara como iban las cosas últimamente. Con voz algo apagada y pausadamente, sin
muchas ganas de conversar, me dijo que todo iba bien, que se sentía tranquila.
Entonces yo fui haciéndole diversas preguntas y ella me fue respondiendo
sucesivamente a cada una de ellas: que
ya no tiene dolores, que está bien, que come bien, que bebe bien... Le pregunté cómo
iba de movimiento y me mostró cómo mueve su brazo izquierdo (el malo). Al preguntarle
si podría irse ella sola en la silla hasta el pasillo, sin decir nada hizo una demostración práctica delante de mí. Aun no puede empujar la silla con su brazo izquierdo, pero se
las apaña perfectamente para maniobrar y avanzar en línea recta, utilizando solo el brazo derecho y ayudándose con los pies.
Celebré sus
logros, y también lo contenta que estaba de que no me hubiera pedido varias veces que le
cambiara la protección, como hacía antes. Ella sonrió, sin más. Le pregunté si seguía triste y negó con la cabeza, diciendo que
estaba tranquila.