
Con esa idea en
mente llamé hace unos días por teléfono a su madre. Por suerte, su teléfono sigue siendo el mismo
y respondió a mi llamada - aunque hube de intentarlo varias veces. Me dijo que
ya no estaban en el hospital, puesto que hace varias semanas las instalaron en un
en una ciudad francesa fronteriza con Ginebra. Le pedí que me enviara su nueva
dirección, con la intención de ir a visitarlas en cuanto encontrara un hueco. Y
me fui ayer mismo a verla en compañía de Rosa, gran amiga de Mirian.