Sabiendo que su padre llegaba a Ginebra a finales de septiembre, sin conocer la fecha concreta, quise dejar pasar un poco de tiempo para darle ocasión de llegar, adaptarse al cambio y disfrutar de unos días de intimidad con su hija y su familia, sin testigos.
Cuando entré en
la habitación vi que estaban allí los cuatro juntos: padre, madre, hermana y Mirian; formando
una escena entrañable y familiar, que me costó romper con mi presencia. La tele estaba encendida y sintonizada en una cadena española, con el volumen no muy alto. Mirian estaba
sentada en su silla y vestida con ropa de calle (ahora durante el día le quitan el pijama). Comía una especie de flan con sabor
a pistacho y además lo hacía ella sola, con cuchara y sin mancharse. Era la primera vez que yo la veía comer - también la primera vez que veía
a su padre. Su hermana le sujetaba el flan para que ella pudiera coger las
cucharadas con su mano buena, mientras su madre hacia punto y su padre
observaba.
Mirian estaba contenta
y habladora y nos pusimos a charlar, esta vez de comida. Yo le pregunté si ella sabía cocinar,
y le pedí que me diera alguna receta que le gustara especialmente. Me contó
que su comida preferida es la sopa de maní, a la que le echa hierbabuena. También
cómo había hecho ella misma en el hospital una tarta de naranja, con ayuda de la
ergoterapeuta. Aunque parece ser que olvidaron algún ingrediente y que no les
salió muy buena. Claro que seguramente ése no era el objetivo del experimento culinario, que sin duda se centraba mas en el proceso que en el resultado final.
Pregunté por su
dolor de espalda, y parece ya va mejor desde que la fisio le pone una especie cataplasma
caliente, a diario. También pude ver como ya mueve bastante mejor su pierna
izquierda, aunque la mano le sigue costando bastante.
Pregunté por la lectura y por el uso del ordenador. Su
hermana explicó que aun le cuesta mucho leer porque el ojo izquierdo tiene la
capacidad de visión afectada, y al no mover la cabeza lo suficiente hacia el
lado izquierdo ella ve las líneas tan solo por la mitad. También parece ser que
necesita un tamaño de letra doble del habitual. Así que me propuse imprimir
algunos textos sencillos en letra grande, con un margen izquierdo también grande,
para llevárselos la próxima vez.
Al coger su mano
vi que tenia las uñas bastante largas, lo cual me sorprendió porque antes ella
estaba siempre muy pendiente de sus uñas y pedía constantemente que se las cortasen. Al comentárselo se rió, pues parece que ya no le da tanta
importancia a eso. Aunque su hermana se puso enseguida manos a la obra a
cortarle las uñas. Al preguntar si ya se las habían pintado alguna vez me
dijeron que una enfermera les había dicho que no podían hacerlo. Si se las pintaron una vez, pero se lo
tuvieron que quitar enseguida. Al menos con eso ella se da el gusto y se
entretiene un rato. Creo que en una próxima visita llevare conmigo unos cuantos
esmaltes de colores de mi hija (yo no uso), y "jugaremos" a pintarnos las uñas
como dos adolescentes.Ya me las arreglaré yo con las enfermeras, digo yo.
Constaté también
que Mirian sigue obsesionada con el tema del pañal, y que pide constantemente
que se lo cambien porque está mojada., cosa que no siempre es cierta. Las enfermeras
siguen un protocolo establecido y en su caso deben ser dos para movilizarla. Están muy ocupadas y obviamente
no siempre hay dos libres que pueden atender sus quejas cuando ella quiere. Así que me temo que su
madre y su hermana se pasan la vida explicando a Mirian que tiene que esperar,
y ella pidiéndoles que se lo cambien ya de una vez.
La visita no me
dio para mucho más. Su hermana, cuando ya me iba, me explicó que hacía unos
días, cuando Mirian insistía como de costumbre para que la echara en la cama
porque le dolía la espalda y para que le
cambiara el pañal, ella misma la echó en la cama, la aseó, y la cambió, sin
más. Por supuesto después de llamar varias veces a las enfermeras para que lo
hicieran, que no podían atenderla por estar ocupadas (y seguramente un poco
hartas). Justo cuando ya la estaba levantando de nuevo de la cama, entró una enfermera, quien al verla le echó una buena regañina. Obviamente hay protocolos y consignas de seguridad a
respetar, pues Mirian se puede caer y ella se puede hacer daño en la espalda al
manejarla. Así que entiendo a las enfermeras. Pero también entiendo a su
hermana, que se pasa el día con ella, se pone en su lugar y solo quiere
aliviarle sufrimiento. ¿Y quién no puede entender algo así?
Según me iba llegó
una persona a decir a la familia (en francés) la fecha de la próxima reunión con el equipo
médico. Comentó que estaría todo el equipo y que también habría un traductor. Me
aseguré de que apuntaban la fecha y la hora correcta en un papel. Entonces su
hermana me comentó que le gustaría conseguir una grabadora para grabar lo que
se dijera en la reunión, pues ella no siempre se enteraba de todo. Yo le
expliqué que yo no tenía una grabadora para poder prestarle, pero que con un
móvil se puede grabar fácilmente. Le pedí su móvil, y juntas vimos como se
podía grabar con él. Veremos.
Antes de irme pregunté, lo más discretamente que supe puesto que me consta que no les gusta nada hablar del
tema, como iban los asuntos jurídicos y administrativos. Y ella me respondió:
-“muy lentos, como siempre. Pero aquí estamos.”
Y me fui, a
buscar a mis hijos al colegio. Pensando durante el trayecto que quizá ya había
llegado el momento de llevarles a conocer a Mirian. Ellos me lo llevan pidiendo
ya mucho tiempo, y a Mirian le gustan mucho los niños. Así que... ¿por qué no? Si algo hay reparador,
es sin duda el abrazo de un niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario