Al ir a coger mi
coche, se me ha acercado un hombre de mediana edad, educado, hablando en francés
pero con un ligero acento que no he logrado identificar. Diciendo que es fotógrafo profesional y pidiéndome permiso para hacerle un foto a
la guantera de mi coche, donde yo llevo tan solo unos cuantos libros y un
cuaderno de notas.
Sorprendida, pero
sin asomo de desconfianza, he aceptado mientras le preguntaba la razón por la
que quería tomar esa foto. A lo que él
me ha respondido que sencillamente le
parecía interesante. Aunque le he invitado a entrar en el coche, a mi lado, él ha
optado por permanecer de pie en la puerta. Y tras colocar y ordenar los libros
a su gusto (algunos estaban al revés) ha sacado de su coche, aparcado al lado
del mío, una cámara enorme y con aspecto de ser estupenda. Para pasarse a continuación
varios minutos haciendo fotos, desde
distintos ángulos, a una simple guantera de coche llena de libros. Luego me hado las gracias y se largado sin
más. Y yo me he ido tan tranquila, convencida de que me ha dicho la verdad. Y
pensando en lo poco que entiendo yo en el fondo a los artistas, para mi desgracia.
Desde entonces
le he dado a este episodio unas cuantas vueltas en mi cabeza, hasta que me ha surgido la
idea de contarlo aquí. Supongo que si la misma persona me hubiera pedido lo
mismo, pero en otro momento y lugar (por
ejemplo en una autopista), yo hubiera desconfiado y nunca le hubiera dejado
subirse a mi coche. Pero yo salía de una sesión de meditación, estaba en un
parking dentro del CERN, y me sentía
tranquila y en un entorno "seguro" (aunque en realidad las medidas de
seguridad en el CERN no son nada
estrictas). Lo que demuestra la importancia que le damos a cosas externas y
arbitrarias - como el lugar y el momento- y el efecto que éstas tienen en la percepción que nos hacemos de otras
personas y de sus intenciones. Cuando en realidad lo que más afecta a nuestra
interpretación no es el otro, sino el
cómo nos sentimos nosotros.
Sin duda este señor
no sabe que yo soy española, aunque vivo en Francia. Tampoco que ni soy física
ni la entiendo mucho, aunque sí me
interesa cuando me la explican a un nivel comprensible para mí. Tampoco debe saber
que soy empleada del CERN pero que ahora mismo no trabajo allí, aunque voy con
frecuencia. Y mucho menos que yo ahora me paso muchas horas en el coche,
trasportando a mis hijos de un lado a otro. Y que precisamente son esos ratos
muertos que tengo mientras les espero, a diario, los que yo aprovecho para pasear sin
rumbo o para sentarme y leer, según mi humor y mis ganas. Y que por eso llevo siempre varios libros
conmigo en la guantera de mi coche.
Poco importa en
el fondo lo que él haya pensado de mí y sus razones para hacer esas fotos, que
no conoceré nunca. Pero desde luego me alegro mucho de que me pasen cosas extrañas,
y sobre todo me alegro de estar
dispuesta a dejar que me pasen.
Curiosamente, la
parte guiada de la meditación de hoy iba sobre la diferencia que hay entre encontrarse en un campo despejado donde se pueden ver
claramente todos los posibles senderos,
y estar en el mismo campo pero lleno de maleza y zarzas, que no solo
pinchan y molestan sino que además quitan la visibilidad e impiden avanzar.
Justamente, la meditación consiste en ir limpiando poco a poco el campo
(nuestro interior) de las zarzas para poder ver más claro el camino a seguir.
Curiosamente también, a mí a veces me pasan cosas raras con los libros. Es como si tuvieran vida propia. Como si aparecieran de pronto cuando tienen que aparecer, como si llevaran un mensaje y me llamaran para dármelo, aunque yo no lo oiga. El libro que aparece en este blog, casi diría que el origen de su existencia, es un claro ejemplo. Pero ya antes ha habido algunos otros y también después. Nada me gusta más que perderme en una librería y mirar los libros buscando uno que me llame la atención de manera intuitiva. Y cuando pierdo un libro, aunque no me suele ocurrir, me gusta fantasear con la idea de que quizá tenia que perderlo yo para que lo encontrara la persona que lo necesitaba.
Por cierto, los
libros que hay en mi guantera los voy
cambiando según los voy leyendo, o releyendo, excepto uno que es casi
permanente. Pero los cuatro libros que han quedado grabados en esas fotos son:
- "The power of now" (Eckhart Tolle)
- "The Tao of physics" (Fritjof Capra)
- "De qué
hablo cuando hablo de correr" (Haruki Murakami)
- Trilogía poética
"La voz a tí debida - Razón de amor - Largo lamento" (Pedro Salinas)
Lo cierto es que
yo recomendaría a cualquiera que se leyera cualquiera de ellos.
Y termino con dos
frases. Una de John Archibald: " Si no te ha ocurrido nada extraño durante
el día, es que no ha habido día".
Y otra de André Maurois : “La lectura de un buen libro
es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta”.
Hola Inma,
ResponderEliminar¡Que agradable son esos encuentros con "extraños"!!, una sonrisa, un saludo...de alguien a quien no conoces, que no sabes nada de él o ella. Sin embargo cuantos mensajes en esos hechos fortuitos y en apariencia absurdos, cargados de magia y de Vida.
Cuando como dices en tu comentario, empiezas a quitar rastrojos del camino, lo vas transitando sin saber a ciencia cierta a donde lleva, pero cuantas sorpresas encuentras en el recorrido, sorpresas que no infunden temor y contra menos temor, ese sendero se llena de regalos.
Es un camino nuevo cada mañana, es para ti para que lo recorras y la confianza te acompaña, no hay un por qué, no hay un juicio, no hay aburrimiento, ni rutina....
Estoy muy de acuerdo con esa frase de John Archibald.
Y como decía Gandhi, "hoy es el mañana de ayer que tanto te preocupaba"; es el momento presente que nos entrega esos regalitos, si estamos dispuestos a aceptarlos.
Un abrazo querida mía y hasta pronto.
Montse
Hola Monste!
EliminarGracias de nuevo por tu comentario, siempre bonito, siempre acertado u siempre captando lo que quiero decir mejor que yo misma... Algún día me tienes que contar como y donde has ido tu aprendiendo todas esas cosas!! A ver si también algún día el momento presente nos entrega el regalito de conocernos personalmente y tomarnos un café, o dos, o tres... mientras charlamos.
Un abrazo mientras tanto