Sobre este blog

En casos extremos algunas almas se pierden durante un tiempo en un estado de coma o estado vegetativo, mundo fascinante y desconocido que me gustaría poder dar a conocer aquí. A través de una historia real, llena de esperanza, y de un libro.
Algunas personas consiguen despertar del coma, otras no. Pero me consta que, independientemente del desenlace, utilizando
el "coma work" que describe el libro, al menos se las puede ir a buscar y llegar a comunicarse con ellas.

martes, 19 de abril de 2011

Primer beso

El primer beso es mucho beso, ¿o no? ¿Y quién no recuerda su primer beso? 

Aquí hoy la cosa no va de ese tipo de besos, ni de sensualidad. Es solo que mi última visita a Mirian estuvo llenita de besos. Y que yo recibí, sin esperarlo, el primer beso suyo. No tuvo ese sabor único e incomparable que tiene un primer beso de amor, pero también fue el primero, también fue por sorpresa  y también me supo muy rico…

Me la encontré sentada en su silla de ruedas, en el pasillo del hospital, con su madre.  Lo primero que hizo al verme llegar fue señalar su mejilla con el dedo índice, pidiéndome claramente un beso.  Yo me quedé muy sorprendida ante ese gesto, pero  le hice caso. No era el primer beso que yo le daba pero sí era el primero que ella  me pedía. Luego le pedí yo a ella que me diera uno a mí, sin saber muy bien lo que iba a pasar. ¡Y vaya si lo hizo, y además perfectamente!. Me cogió la cara con las dos manos, como hacen las abuelas, y me dio varios sonoros besos en la mejilla, una detrás de otro. Luego volvió a pedirme más con su dedo. Y así seguimos un buen rato, dándonos besos y riéndonos, sin decir una palabra.  Me contó entonces su madre que llevaba así ya algunos días, pidiendo besos a la gente. En realidad lo del beso no tenía nada que ver conmigo, parece ser que sencillamente está redescubriendo los besos, que está encantada con ellos, y que no pierde ocasión...  De hecho, aunque Mirian siempre que me ve parece conocerme perfectamente (a pesar de que no nos habíamos visto nunca antes del accidente), es posible que no sepa ni quién soy, ni de dónde vengo, ni siquiera como me llamo. Y curiosamente eso no nos importa en absoluto a ninguna de las dos.

Cuando acabamos de besarnos vi que tenía una revista de esas del corazón en la mano, escrita en alemán, y que pasaba las hojas perfectamente como si la leyera, aunque solo miraba las fotos. Me señaló una foto de Caterine Zeta-Jones, bellísima, y luego se señaló  ella misma mientras se tocaba el pelo. Intenté interpretar su intención diciendo el nombre de la actriz en voz alta, a lo que  ella respondió con el pulgar hacia arriba. Luego le dije que ella tenía un pelo muy bonito y muy parecido al suyo (lo sabía por algunas fotos suyas previas al accidente que me había mostrado su familia en alguna ocasión). Y ante eso ella volvió a levantar su pulgar hacia arriba y a sonreír, con cierta coquetería.

Ese día Mirian parecía estar muy presente en tiempo y en espacio.  Le pregunté que si no pensaba hablarme  con palabras, pues ya que había ido a visitarla no me gustaría irme sin escuchar su voz. Y entonces, con esfuerzo,  dijo “quiero ir a la habitación a acostarme”. Deseo que yo transmití a una enfermera,  que según dijo se iba a ocupar en cuanto pudiera (necesitan dos personas para acostarla y en ese momento andaban ocupadas). Entonces su madre me contó que llevaba varios días con diarrea (algo crónico y provocado por la alimentación artificial que recibe). Y que por eso llevaba unos días bastante débil y queriendo acostarse enseguida, aunque ya empezaba a mejorar.

Mientras esperábamos, intenté que  siguiera conversando. Le pregunté si ella no tenía un alumno preferido cuando era profesora, y me dijo sin dudar: Ernesto Maconda. Obviamente no he podido corroborar ese dato,  así que no se si alguna vez tuvo realmente un alumno llamado así. Tampoco importa. Al preguntarle las razones que le habían convertido es su preferido me dijo: “porque me hacía caso en todo, era listo y le gustaba mucho leer”.  Luego le pregunté por algún profesor preferido y me dijo “Juan”.

Su madre no pudo corroborar nada de todo eso. Entonces me enseñó uno de sus ojos,  que tenía algo morado tras haberse dado un golpe contra una puerta de crista al salir del gimnasio - hacia ya varios días. Sí. ¡La mamá de Mirian ahora va al gimnasio, en Ginebra, una vez por semana! Me pareció sencillamente genial. Y no solo eso, ¡otro día por semana va a dar clases de francés! Yo sentí su accidente pero sobre todo la felicité por su actitud, mientras pensaba lo que la vida le había cambiado a esa mujer en el último año. Justo entonces me dijo que en cambio su marido - padre de Mirian -  se encuentra estos días en Bolivia pero lejos de su casa, trabajando en recolección de la patata, por lo llevaban varios días sin poder hablar con él. Qué contraste.








 Mirian seguía reclamando irse a la cama y allí no venia nadie. Cuando empezamos a escuchar  un ruido cercano a lo  insoportable en el pasillo (están de obras en el hospital), decidimos llevárnosla a su habitación.  Ella además tenía sueño, bostezaba, y le dolía la cabeza. Ya allí, entre su madre y yo, intentamos hacerle la espera lo más agradable posible, charlando con ella mientras le dábamos  masajes en los pies, que le encantan y además no se molesta en disimularlo. Hablamos de la primavera, de flores, y  le prometí llevarle unas lilas de mi jardín en mi próxima visita. Luego intenté recurrir a su tema favorito, la literatura, preguntándole el título de algún libro que le hubiera gustado especialmente. No fue capaz de decírmelo, aunque si parecía intentar buscarlo en su cabeza. Yo quise ayudarle diciendo nombres autores y la primera palabra de algún título. Con esa pequeña ayuda ya sí que fue capaz de completar ella sola el título y con bastante rapidez.  “Cien… años de soledad” y “La casa… de los espíritus” fueron dos de los títulos que fue capaz de encontrar en pocos segundos. 

Por fin llegaron un par de enfermeras para acostarla. Parece que no son muchas y que además andan muy ocupadas. Y como se necesita cierta fuerza física para mover a los pacientes, la regla es tienen que ser dos personas las que lo hagan. Al preguntarles por qué en caso de necesidad no lo podía hacer una enfermera con la ayuda de otra persona (pensando en su hermana o su madre), me respondieron que eso estaba prohibido por razones de seguridad.  Y cuando pregunté que si allí no había celadores, pensando en la figura de un hombre fortachón que se ocupara de ese tipo de cosas, me dijeron que de eso  allí no había aunque ya les gustaría a ellas ese tipo de ayuda.  No dije más, pero me fui con un mal sabor de boca pensando que Mirian había estado pidiendo ser acostada durante más de hora y media, cuando su madre o yo hubiéramos hecho cualquier cosa por ayudarla a acostarse. Y no quise ni pensar en lo que habría pasado cuando además de eso ni siquiera podía hablar.

La acostaron, y yo me despedí de ella. Al salir me quedé un rato en el pasillo, charlando con la madre sobre los últimos cambios y novedades. Mientras hablábamos, vi pasar al menos a dos señores de mediana edad y cierta corpulencia, arrastrando un carrito, dedicados a la tarea de limpiar las habitaciones.  No dije nada, pero me pareció que algo no encajaba del todo. 

Su madre me contó las novedades, que fueron pocas. El médico había anulado sin más la reunión anterior (hay  programada una cada dos semanas), con lo que no sabrían nada nuevo hasta la próxima reunión. Y además seguía sin firmar el famoso papel que ellos esperan ansiosamente para relanzar el proceso judicial en Francia.  También seguían sin probar el hacerle tragar a Mirian, aunque  los detalles del porqué y los resultados de las pruebas en curso los ignoro. Lo positivo es que con ayuda de la psicóloga ya han preparado y enviado una carta al jefe del hospital pidiendo una cita con él, y están a la espera de su respuesta. Y también que un oftalmólogo ha examinado a Mirian hace pocos días, para confirmar que tiene visión en los dos ojos, y proponer una sencilla operación quirúrgica en el futuro para corregir el desvió que tiene en uno de sus ojos. Parece ser que sería más por razones estéticas que por otra cosa, pero tampoco fui capaz de obtener mucha más información al respecto. 

Y así es como una visita que empezó con besos y risas, terminó con una cierta y hasta familiar desazón, que me dejó un gusto bastante amargo.  Esperemos que  la próxima termine con un mejor sabor de boca.

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