Sabiendo que su padre llegaba a Ginebra a finales de septiembre, sin conocer la fecha concreta, quise dejar pasar un poco de tiempo para darle ocasión de llegar, adaptarse al cambio y disfrutar de unos días de intimidad con su hija y su familia, sin testigos.
Cuando entré en
la habitación vi que estaban allí los cuatro juntos: padre, madre, hermana y Mirian; formando
una escena entrañable y familiar, que me costó romper con mi presencia. La tele estaba encendida y sintonizada en una cadena española, con el volumen no muy alto. Mirian estaba
sentada en su silla y vestida con ropa de calle (ahora durante el día le quitan el pijama). Comía una especie de flan con sabor
a pistacho y además lo hacía ella sola, con cuchara y sin mancharse. Era la primera vez que yo la veía comer - también la primera vez que veía
a su padre. Su hermana le sujetaba el flan para que ella pudiera coger las
cucharadas con su mano buena, mientras su madre hacia punto y su padre
observaba.