Antes de empezar con mi nueva tarea, quise asegurarme de que todo estaba bien con mi salud. Ya sin síntomas (que habían desparecido sin más), volví a mi médico para conocer los resultados de las pruebas, hacer un nuevo control, y ver lo que me proponía como tratamiento. El, sorprendido, confesó que se había equivocado en su diagnóstico inicial. Que todo estaba perfecto y dentro de lo normal, y que todo debía de haber sido una reacción física a una situación puntual de tensión emocional. Cuando yo le sugerí esa posibilidad en mi primera consulta, él me respondió diciendo que, a pesar de ser de los que reconocen el efecto potencial de las emociones en el cuerpo, estábamos hablando de dimensiones y tipo de síntomas fuera del alcance de lo emocional, al menos en un lapso de tiempo tan corto. Yo solo sé que desde ese día, y hace ya un año aproximadamente, no he vuelto a tener ningún tipo de problema de salud. ¿Mera casualidad? Puede. ¿Alguna relación entre mi cuerpo y mis emociones, aunque yo no sepa ni describirla ni probarla científicamente? También puede.
Ya tranquila del todo, comencé mis visitas periódicas a Mirian. Mi intención era hacerlo una vez por semana, aunque dependía de mi disponibilidad y a veces no podía evitar que pasaran algunas días más.
Cada vez que iba a verla obtenía algún tipo de respuesta a mis estímulos, a veces la respuesta era incluso bastante brusca. También cada vez fue agradable el tiempo que pasaba con ella. Yo solía ir por la mañana y casi nunca coincidía allí con su madre, que iba a diario pero solía llegar algo más tarde y se quedaba hasta la noche. Tampoco con el equipo médico, pues a esa hora las enfermeras estaban bastante ocupadas y a los médicos ni se les veía por allí. En realidad mi actividad era bastante solitaria: Mirian y yo, solas, sin hablar, juntas en su habitación durante un buen rato. Yo iba un poco improvisando, tratando de recordar lo que había aprendido pero sin saber muy bien qué hacer, dejándome guiar más bien por mi intuición y por la propia Mirian y sus respuestas. Pero nunca llegué a sentirme sola del todo, pues siempre había retorno de Mirian y siempre sentía el apoyo de Ursula y Jean-Claude, que seguían a distancia pero muy cercanamente todos los detalles.
Cada vez que iba a verla obtenía algún tipo de respuesta a mis estímulos, a veces la respuesta era incluso bastante brusca. También cada vez fue agradable el tiempo que pasaba con ella. Yo solía ir por la mañana y casi nunca coincidía allí con su madre, que iba a diario pero solía llegar algo más tarde y se quedaba hasta la noche. Tampoco con el equipo médico, pues a esa hora las enfermeras estaban bastante ocupadas y a los médicos ni se les veía por allí. En realidad mi actividad era bastante solitaria: Mirian y yo, solas, sin hablar, juntas en su habitación durante un buen rato. Yo iba un poco improvisando, tratando de recordar lo que había aprendido pero sin saber muy bien qué hacer, dejándome guiar más bien por mi intuición y por la propia Mirian y sus respuestas. Pero nunca llegué a sentirme sola del todo, pues siempre había retorno de Mirian y siempre sentía el apoyo de Ursula y Jean-Claude, que seguían a distancia pero muy cercanamente todos los detalles.
Entonces, un buen día y por email, recibí noticias inesperadas de la familia. Me contaron como el día de la madre en Bolivia, el 27 de mayo, y justo cuando su madre entraba en la habitación y se acercaba a su cama, Mirian la siguió claramente con la mirada. Un precioso regalo a su madre en un día señalado.
Me contaron como algunas enfermeras también empezaban a reconocer que algo en su expresión haba cambiado. Los médicos no se pronunciaban, aunque si habían ordenado ensayar a quitarle la traqueotomía. La familia estaba muy excitada. Y yo, ante todas esas novedades, estaba impaciente por volver a ver a Mirian y poder juzgar por mí misma.
Me contaron como algunas enfermeras también empezaban a reconocer que algo en su expresión haba cambiado. Los médicos no se pronunciaban, aunque si habían ordenado ensayar a quitarle la traqueotomía. La familia estaba muy excitada. Y yo, ante todas esas novedades, estaba impaciente por volver a ver a Mirian y poder juzgar por mí misma.
En mi siguiente visita pude ver rápidamente como, al menos por su expresión y su mirada, ella en efecto parecía estar mucho más presente. Por primera vez no hubo ninguna reacción brusca a mis intervenciones, sino tan solo reacciones suaves y sutiles como largos y profundos suspiros, o ligeros movimientos en sus parpados y labios. Ni toses, ni ruidos, ni bostezos. También en la habitación el ambiente parecía mucho más sereno, silencioso y tranquilo que otras veces. Pude ver como sus pupilas y sus ojos se movían en todas direcciones, a veces con movimientos cortos y rápidos, como si estuviera leyendo.
Cogí sus dedos de la mano izquierda, que a veces se abrían sin ofrecer resistencia pero a veces si ofrecían una resistencia bastante clara por su parte, aunque todo ello de una manera aleatoria. Pero ese día, al intentar abrirle la mano bruscamente, sin que ella se lo esperara, sentí como siempre obtenía una resistencia, de manera sistemática y de intensidad constante.
Cuando ya me iba conseguí hablar con una enfermera, que ya me conocía, y quien no solo me confirmó que la expresión de Mirian había cambiado, sino que no tuvo ningún problema en responder a todas mis preguntas. Así me enteré de que un médico del hospital especializado en rehabilitación, donde no habían querido admitir a Mirian debido a su falta de consciencia, iba a verla periódicamente. Aunque a priori no se podía saber cuándo. También que era ese médico el que había ordenado que probaran a quitarle a ratos la traqueotomía, con el propósito de insertarle una cánula en cuanto vieran que ella aceptaba bien ese cambio. Al preguntar sobre la dosis de morfina me dijo que seguían con la dosis de 5mg cada 4 horas - porque se habían dado cuenta de que en realidad Mirian no había perdido nivel de consciencia por eso, como bien podía verse. Cuando yo comenté sobre la consciencia extra que quizá podría haber ganado con algo menos de morfina, no supo qué responderme. Pero no insistí.
Me fui de allí muy contenta. Era claro que algo había empezado a cambiar en Mirian, aunque no sepamos nunca la causa y el momento real de ese cambio. La llegada y presencia de su madre, el trabajo de Jean-Claude y Ursula, mi empeño en seguir adelante sola, las oraciones de su hermana, Mirian misma...
Pero no era prudente echar las campanas al vuelo, ni crear falsas esperanzas (ver entrada Falsas Esperanzas) Había que esperar.
También me surgieron ciertas dudas sobre la comunicación entre la familia y los médicos, tanto en frecuencia como en calidad. ¿Hablarían con su madre los médicos? ¿Cuándo? ¿En qué idioma? ¿Entendería ella realmente lo que le decían? ¿La involucraban en las decisiones sobre Mirian? Yo ya me había ofrecido para ayudarle en ese aspecto de la comunicación, si ella lo requería y dentro de mis posibilidades. Pero ella nunca me dijo nada al respecto. Nunca supe si era porque quería guardar su intimidad, porque prefería que yo pasara todo mi tiempo con Mirian, o porque no quería “molestarme”.
Pero no era prudente echar las campanas al vuelo, ni crear falsas esperanzas (ver entrada Falsas Esperanzas) Había que esperar.
También me surgieron ciertas dudas sobre la comunicación entre la familia y los médicos, tanto en frecuencia como en calidad. ¿Hablarían con su madre los médicos? ¿Cuándo? ¿En qué idioma? ¿Entendería ella realmente lo que le decían? ¿La involucraban en las decisiones sobre Mirian? Yo ya me había ofrecido para ayudarle en ese aspecto de la comunicación, si ella lo requería y dentro de mis posibilidades. Pero ella nunca me dijo nada al respecto. Nunca supe si era porque quería guardar su intimidad, porque prefería que yo pasara todo mi tiempo con Mirian, o porque no quería “molestarme”.
Y así me fui ese día del hospital, impaciente por enviar a Ursula las buenas noticias y esperar su reacción. Aunque algo inquieta sobre el futuro, sobre las falsas esperanzas y sobre ese asunto de la comunicación…
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